INDISCRECIONES DE RUTA

Creo que esperé como una hora y en cuanto el vehículo apareció, hice señas al conductor para que se detuviera. Así lo hizo. Abordé con ligereza y partimos hacia nuestro destino, Celendín.
Dentro de la unidad móvil, habían tres pasajeros más, ya mayores, que viajaban en una amena conversación y por el modo en que se expresaban, era evidente dos de ellos eran muy buenos amigos y se gastaban bromas, o quizá eran verdades propias de años de amistad.
- ¡Ja, ja, ja!, siempre has sido un amanerado – decía uno.
- Y a ti siempre te faltaron huevos – contestaba el otro – O vas a decir que no, a ver, dime.
- No, no. Ahí te equivocas, yo soy bien hombrecito – se defendía un señor entrecano.
- Hombrecito vas a ser, ¿Cómo? Si no tienes nada…
El aludido, dirigiéndose a la señora que iba en el asiento delantero, expresó:
- Lo escuchas sobrina, a este maldiciao que es que no tengo nada.
La involucrada sobrina sólo atinó a decir:
- No sé tío, para qué se ha dejado ver.
Tal respuesta, dio por terminada la discusión de los señores, que por cierto, no volvieron a cruzar palabra en lo que duró el viaje.

Importante

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