VIVENCIA TRANSMITIDA

Era una lluviosa mañana de aquellas del mes de diciembre, en que el cielo llora incesante y de los tejados se desprenden gotas de agua, dejándose escuchar su interminable y monótono glu glu de las goteras. Ahí, reunidos al calor familiar y en torno a la mesa, disfrutábamos del exquisito desayuno que mi madre había preparado.
Levantando el mentón para que la comida no se le caiga de la boca; mi hijo de tres años, con toda su inocencia exclamó:
- ¡Yo voy a crecer hasta el techo…!
Mi padre, dirigió una mano hacia la cabeza, introdujo los dedos en sus finos cabellos y …
- Ven- le dijo suavemente.
El niño se acercó y se refugió en los brazos abiertos de su abuelo, quien le brindó su protección y todo ese amor que dicen, sólo por los nietos se siente; y, con una enorme sonrisa en el rostro le dijo:
- Ojalá no te pase lo que a mí…
Y se puso a relatarnos una anécdota sucedida hace muchos años atrás, cuando tenía escasos siete años.
“Recuerdo que un día - comenzó diciendo – tu abuela me ordenó ir a traer las ovejas, pero yo más interesado en el juego, hice caso omiso al mandato; mi madre furiosa, cogió un palo y desfogó su cólera en mis costillas. El llanto no se hizo esperar y, como pude, escapé corriendo; mi madre no contenta con el castigo que acababa de propinarme, aún quiso darme alcance, pero su edad ya no le permitía tales esfuerzos; y, al saberse en desventaja, cogía pequeñas piedras y me los arrojaba con fuerza; yo miraba la trayectoria de la piedra y esquivaba cada pedrada con su respectivo ¡Ole…! ¡Ole…!
- ¡Lárgate malcriado! – replicó mi madre.
La verdad es que me hirió; no más que yo a ella pero me hirió.
- ¡Me largo pué! ¡Vas a ver que cuando sea grande no me voy a acordar de ti siquiera! – contesté amenazante. Y me marché según yo; para que horas más tarde, el hambre me haga regresar…”
Hizo una breve pausa, tomó su taza de café y apuró un sorbo.
- Ahora me doy cuenta que tonto he sido continúo diciendo – yo debí haberle dicho a mi madre “vas a ver cuando sea viejo” y no “cuando sea grande”.
La verdad es que mi padre no llegó a tener las proporciones musculares que todos ansiamos tener. Y con el correr del tiempo, mi padre sólo alcanzó a tener una pequeña estatura; pero, las conclusiones finales del relato, desató las risas de los presentes, que confundieron al niño de tres años que no había entendido nada, sólo vió reírse a su familia luego de palabras y palabras…

Importante

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